jueves, 27 de mayo de 2010

Martin Gardner, gurú de los juegos matemáticos


Claves de un divulgador irónico, intelectualmente omnívoro y azote de la pseudociencia
El País - ABEL GRAU - Madrid - 25/05/2010

Para el divulgador Martin Gardner, resolver un problema matemático era una cuestión visceral. Algo particularmente intenso. "Existe una fuerte sensación de placer, difícil de describir, cuando consideras detalladamente una comprobación elegante, e incluso un placer mayor al descubrir una comprobación que no se conocía", decía Gardner. Ese espíritu inquisitivo es el que le llevó a divulgar juegos matemáticos durante 25 años desde su columna Mathematical Games, en la revista estadounidense Scientific American, que se convirtió en un referente de los juegos lógicos.
Intelectualmente omnívoro, versado en teología, azote de la pseudociencia y sabueso de los juegos lógicos de la novela Alicia en el país de las maravillas, Gardner falleció a los 95 años el pasado 22 de mayo, en un hospital de Norman, en su Oklahoma natal (Estados Unidos). Estaba considerado como el padrino de las matemáticas recreativas y una motivación para futuros investigadores, como John Horton Conway, Douglas Hofstadter y Roger Penrose.
Nacido en Tulsa, Oklahoma, en 1914, hijo de un rico empresario del petróleo, se tituló en filosofía en la Universidad de Chicago y combatió en la Segunda Guerra Mundial. Su legado es tan vasto como lo fueron sus intereses, que se extendían desde las paradojas visuales del holandés M. C. Escher a las fractales y los rompecabezas japoneses. Abundantes referencias que incluía en sus columnas para ilustrar y amenizar con un gran sentido del humor los más escurridizos conceptos matemáticos. Quizá sólo su modestia superaba sus conocimientos. "Soy estrictamente un periodista", aducía Gardner, ante los halagos. "Sólo escribo sobre lo que otra gente está haciendo sobre la materia", añadía. Estas son algunas claves de su ingente producción, que abarca cerca de sesenta volúmenes.
Divulgador
Sostenía que sus propias carencias eran una gran baza. "Más allá del cálculo estoy perdido", aseguraba. "Ese era el secreto del éxito de mi columna. Me llevaba tanto tiempo entender de lo que estaba escribiendo que sabía cómo escribirlo de manera que la mayoría de lectores lo entendería". Ese gusto por los rompecabezas matemáticos nutre buena parte de sus libros, en los que hace gala de un estilo ameno, e irónico, trufado de alusiones literarias y artísticas. Es el caso de las recopilaciones de artículos de ¡Ajá! Paradojas que hacen pensar, Matemáticas para divertirse y Rosquillas anudadas (los tres en la editorial RBA).
Azote de la pseudociencia
Poner al descubierto las carencias de la pseudociencia fue otra de sus pasiones vitalicias. Arremetió contra todo tipo de fraude científico, ya fuesen los platillos volantes, la percepción extrasensorial o las teorías que aseguran que la Tierra es plana. En el prestigioso ¿Tenían ombligo Adán y Eva? desmontaba todo tipo de falacias, mitos y supercherías. De hecho, en 1976 se unió a científicos como Carl Sagan e Isaac Asimov para poner en marcha el Committee for the scientific investigation of claims of the paranormal, actual Committee for Skeptical Inquiry, una organización sin ánimo de lucro que busca impulsar el pensamiento crítico y la investigación racional con el ánimo de desmontar falsas creencias y supercherías. En su revista, The Skeptical Inquirer, publicó Gardner entre 1983 y 2002 una columna dedicada a cuestionar fenómenos paranormales.
En torno a Dios
Gardner se consideraba a sí mismo "un teísta filosófico" y sentía una atracción notable por los asuntos teológicos. Abordó cuestiones como la fe, la oración, el mal y la inmortalidad en Los porqués de un escritor filosófico (Tusquets) y en The Flight of Peter Fromm, novela semiautobiográfica en la que el protagonista y un profesor ateo debaten durante años en torno a la cuestión de Dios. "¿Puede una novela cuya acción es esencialmente cerebral ser emocionante?", escribió Martin Levin en una reseña en The New York Times. Y respondía: "Por supuesto que sí, si el novelista está tan comprometido con la historia de las ideas como lo está Gardner".
Tras la pista de Alicia
Antes de dedicarse de lleno a la divulgación científica, Gardner escribió cuentos y relatos infantiles. Un colección de relatos moralizantes conforma el volumen Never make fun of a turtle, my son. Su aproximación más fecunda a la literatura, sin embargo, fue en la faceta de crítico, en la que aplicó su método inquisitivo al análisis de textos. Y en concreto, en su edición anotada de las novelas de Lewis Carroll Alicia en el país de las maravillas y A través del espejo. Pertrechado con sus conocimientos de física, historia, psicología y matemáticas, Gardner se aplicó a desentrañar las claves de la sátira, los juegos lingüísticos y las alusiones de la obra, línea a línea. Tomó el texto original y lo anotó profusamente con notas en los márgenes y apretados comentarios. El resultado es Alicia anotada (Akal).
Viudo de su esposa, Charlotte Greenwald, con la que convivió durante 48 años, fallecida en 2000, Gardner deja dos hijos, James y Tom, y tres nietos. Martin Gardner ha concitado la admiración de científicos e intelectuales como el poeta W. H. Auden, el biólogo Stephen Jay Gould y el novelista de ciencia ficción Arthur C. Clarke. "La contribución de Martin Gardner a la cultura intelectual contemporánea es única, por su alcance, por su profundidad y por su comprensión de las grandes cuestiones que importan", escribió Noam Chomsky, citado por The Washington Post.

domingo, 9 de mayo de 2010

Sobre el comienzo del siglo y del milenio

Publicado , en HOY, el 6 de Enero de 2004
Lorenzo J. Blanco Nieto

Hace algunos días leía una revista cultural extremeña en la que se insertaba un anuncio de una bodega cacereña en el que podíamos leer “2.000 – Cambiamos de milenio”. Este texto me trajo a la memoria el debate que se mantuvo, en los medios de comunicación, acerca de cuando comenzaba el siglo y el milenio. Recordamos que la polémica se producía ya que unos situaban tal fecha de su comienzo el 1 de enero del 2.000, mientras otros la situaban el 1 de enero del 2.001.
El argumento defendido por estos últimos era que el 31 de diciembre de 2.000 se cumplían exactamente 2.000 años desde el primer día de nuestra era. Y como el siglo tiene 100 años una sencilla división nos llevaba a concluir que el primer día del siglo XXI y del segundo milenio sería el primer día de Enero del año 2.001. Y este argumento sería suficiente si no fuera porque las Matemáticas nos permiten realizar los cálculos y nos informan acerca de datos y resultados, pero es a los hombres y a las mujeres a quienes nos toca interpretarlos y, consecuentemente, tomar las decisiones.
Para mí, como profesor de Didáctica de las Matemáticas, siempre me pareció un debate muy interesante porque era un tema específico en el que se pueden apreciar dos aspectos complementarios de las matemáticas: su sentido de herramienta para el cálculo y su dimensión cultural y social.
A cuantos me preguntaban mi opinión les decía que el tiempo nos daría argumentos para poder comprender la raíz de las diferentes posiciones en tal o cual sentido. En aquel momento, se defendían con tanto ardor las tesis de cada cual que el debate nunca entró en la raíz del asunto.
Y ahora con el tiempo transcurrido y en la seguridad de que el tema no levanta las pasiones de entonces, el anuncio mencionado me sugiere la posibilidad de retomar el debate y argumentar a favor de una de las opciones.
Así, al igual que el texto del anuncio los documentos históricos nos muestran referencias de fechas de nacimientos de personajes ilustren que, consciente o inconscientemente, toman partido por una opción determinada. De esta manera, podemos conocer a través de numerosas biografías que el Emperador Carlos V nació en el siglo XVI, al venir al mundo el año 1.500. De igual manera, los manuales de historia de la literatura nos señalan que Pedro Calderón de la Barca, que nació en el año 1.600, lo hizo en el siglo XVII. Y así, podríamos seguir poniendo numerosos ejemplos de referencias históricas que todos hemos aceptado y aceptaremos. Y un ejemplo más cercano en el tiempo lo tenemos en las referencias biográficas de Xavier Cugat que señalan que ’nació con el siglo XX’ para significar que nació el 1 de enero de 1900.
Lo mismo podríamos escribir en referencia al milenio. Son numerosas las asociaciones e iniciativas que ahora se anuncian como la bodega cacereña, haciendo coincidir su nacimiento, o algún acontecimiento que deseen resaltar, con el inicio del milenio, situando este en el año 2.000.
Lo tenemos tan interiorizado que si alguna joven madre nos dijera que su hijo ha nacido con el siglo o con el milenio, todos pensaríamos que nació hace tres años. Estaríamos dando por sentado que nació en el 2.000. Y muy pocas personas pensarían, al menos de principio, que nació en el 2.001.
Es algo social y culturalmente aceptado. Es decir, en el campo de la historia, de la literatura, de la música, y en nuestras conversaciones cotidianas optamos por considerar el inicio de los siglos y de los milenios el 1 de Enero de los años múltiplos de 100 o de 1.000. Lo aceptamos así, por múltiples razones. Por comodidad contable, por facilidad para el recuerdo, por estética. Podríamos decir y admitir, incluso, que es un error histórico. Pero es así, va a seguir siendo así y, a la mayoría de la población, nos gusta más de esta manera. Hay que reconocer que resulta más estético y sugerente considerar que el milenio empezó en el año 2000 que en el 2001.
Es verdad que considerar esta opción supone aceptar que el primer siglo de nuestra era sólo tuvo 99 años. Y qué? Tampoco todos los años tiene los mismos días por lo necesitamos un reajuste entre medición de tiempo y calendario para que nos resulte más cómodo y útil (años bisiestos). Las matemáticas y las ciencias analizan y describen la realidad, y las personas interpretamos y adaptamos la información a nuestras necesidades.
En definitiva, no es la matemática, ni los matemáticos, quienes deciden. Es el hombre quien a la luz de la información y resultados que se obtienen, interpreta y decide la fecha de comienzo del siglo y milenio (en el año 2000 o en el 2001) conociendo la distribución de años en los siglos y milenio anteriores. Pero en esta decisión intervendrán otros muchos factores que hemos aceptado social y culturalmente.

Lorenzo J. Blanco Nieto
Catedrático de Universidad de Didáctica de la Matemática
Universidad de Extremadura