El País J. L. LÓPEZ Y F. MICHAVILA 27/09/2010
José Luis López de Silanes es presidente de CLH y del consejo social de la Universidad de La Rioja. Francisco Michavila es director de la Cátedra UNESCO de Política Universitaria.
http://www.elpais.com/articulo/educacion/Eleccion/entrenador/elpepuedu/20100927elpepiedu_2/Tes
En los debates que hubo durante las apasionantes semanas del Mundial de Sudáfrica sobre el buen hacer de la selección española, nadie sugirió que el entrenador fuese elegido entre los propios jugadores. Si alguien hubiera hecho semejante propuesta habría sido descalificado de inmediato. Sin embargo, no extraña que, en el caso de las universidades públicas españolas, el rector sea elegido por sus propios compañeros, por los estudiantes y por el personal no docente de la propia institución. La razón principal por la que parece absurdo que el entrenador de la selección sea decidido por los propios jugadores se halla en la independencia imprescindible. Lo que cuenta es que logre el mejor resultado posible, incluso la victoria final en un Mundial.
Esta situación contrasta vivamente con el modelo de gobierno de la universidad pública española y los procedimientos que utiliza para tomar decisiones. Según un documento reciente del Ministerio de Educación sobre la financiación de la Universidad, a la hora de decidir pesa mucho más la satisfacción de intereses internos (mantenimiento del peso de los grupos de presión, departamentos, colectivos, etcétera) que la atención a las necesidades de la sociedad.
La autonomía universitaria es indispensable, pero no suficiente. La toma ágil de decisiones y el gobierno eficiente son esenciales para cualquier buena organización social. También debería ocurrir así con las buenas universidades, que en tamaño y complejidad son comparables con las grandes empresas. Sin embargo, el gobierno de los campus es alambicado y poco resolutivo, determinado por normas legales que lo coartan, y que parecen redactadas con desconfianza respecto al trabajo y capacidad de los universitarios. Además, los órganos de gestión están integrados mayoritariamente por excelentes docentes o investigadores, pero con escasa experiencia directiva y de gestión.
La autonomía universitaria debe incluir también la capacidad de organizarse de la forma más adecuada. Lo que importa es la evaluación a posteriori de los resultados. Una posibilidad, aunque no la única, es un modelo similar al anglosajón, inspirado en la separación de las responsabilidades académicas y las de organización institucional. El tiempo actual es propicio para que se plantee un posible cambio en la dirección de las universidades, basado en una mayor profesionalización de la gestión, que permita, volviendo al símil futbolístico, a los responsables de las universidades alinear siempre a los mejores.
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